Blog

CÓMO NIVELAR Y RELLENAR UNA BÓVEDA DE LADRILLO

En la arquitectura tradicional, una bóveda no es solo una estructura: es un diálogo milenario entre gravedad, geometría y manos artesanas. Antes de tocarla, hay que escucharla. El primer error es tratarla como si fuera una losa moderna: no lo es, y su resistencia depende de que cada ladrillo siga empujando al de al lado, en un equilibrio que se ha mantenido décadas —o siglos—.

Paso uno: limpieza y diagnóstico
Antes de pensar en morteros y rellenos, hay que liberar la superficie de polvo, escombros y cargas innecesarias. Una bóveda sobrecargada envejece mal: sus riñones (los apoyos laterales) se fatigan y pueden abrir fisuras. El diagnóstico se hace desde abajo y desde arriba: comprobar que no hay humedades, desprendimientos o deformaciones.

Paso dos: nivelación con ligereza
En estas estructuras, menos es más. Si el objetivo es crear una superficie más regular para transitar o almacenar, la nivelación debe hacerse con materiales ligeros que no comprometan la integridad estructural:

  • Arlita o gravas cerámicas: aportan volumen y resistencia sin sobrepeso.

  • Morteros de cal hidráulica natural: compatibles con la transpiración del ladrillo y menos rígidos que el cemento, evitando tensiones.

  • Granulado de corcho natural: ultraligero y con buena absorción acústica.

  • Perlita expandida y vermiculita expandida: muy ligeras y estables.

  • Paneles o piezas cerámicas alveolares: aportan rigidez sin exceso de peso.

  • XPS (poliestireno extruido): extremadamente ligero, estable y fácil de cortar, útil como relleno para nivelar sin añadir prácticamente carga muerta.

Aquí no se prioriza el aislamiento térmico, porque el objetivo principal es no alterar el comportamiento higrotérmico original de la bóveda ni reducir su transpirabilidad con capas que puedan atrapar humedad. La ligereza y la compatibilidad con los materiales existentes son la prioridad.

Atención especial a los muros portantes
Si la bóveda va a recibir nuevas cargas, es fundamental vigilar los muros que la sustentan. Estos elementos son muy vulnerables a los empujes horizontales que ejercen las bóvedas: si comienzan a fallar, pierden la verticalidad y se manifiestan pequeñas grietas verticales que son el primer aviso de un problema mayor. Un control periódico y, si es necesario, el refuerzo de los apoyos son imprescindibles antes de aumentar el peso que soportan.

Paso tres: relleno inteligente
Si hay huecos o depresiones, el relleno debe aplicarse en capas finas, compactadas suavemente y sin forzar. El objetivo no es “solidificar” la bóveda, sino darle una base estable y ligera para el acabado final.

Paso cuatro: el acabado que respira
El acabado debe ser ligero, transpirable y estéticamente coherente con el espacio. Las opciones más recomendables, según el uso previsto, son:

  • Uso doméstico o tránsito ligero

    • Baldosa hidráulica o cerámica fina sobre mortero de cal.

    • Tarima de madera maciza o multicapa en instalación flotante sobre base ligera.

    • Baldosa de barro cocido, que combina transpirabilidad y estética cálida.

  • Uso de almacenamiento o taller

    • Mortero continuo de cal pigmentada: resistente, transpirable y fácil de mantener.

    • Pavimento de ladrillo macizo colocado a tizón sobre cama ligera de arlita y cal.

Todos estos acabados son reversibles y respetan la capacidad de la bóveda para respirar, evitando problemas futuros por acumulación de humedad.

Paso cinco: proteger y no sellar
Cubrir con plásticos o pinturas impermeables es un error: la bóveda necesita respirar. Para proteger de polvo o desgaste, se puede aplicar una lechada de cal muy diluida o un acabado de barro estabilizado, siguiendo la tradición local.

 

Fotos